DOSSIER ESPECIAL: Limpieza Social
GUATEMALA CITY.- Cadáveres abandonados en una cuneta, atados de pies y manos, signos de tortura en los cuerpos y carteles acusatorios. Éstos son, para el Procurador de Derechos Humanos Sergio Morales, signos claros de que “en Guatemala existe una limpieza social”. El representante del ACNUDH (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos), Anders Kompás, opina igual. Sin embargo el Fiscal General cree que “ésta es la forma de operar de los integrantes de las maras y del crimen organizado”. El subdirector de la PNC (Policía nacional Civil), comparte esta opinión al señalar que los hechos acaecidos en las últimas semanas “no podrían calificarse nunca como limpieza social”.
Pues bien, se trate o no de limpieza social el hecho es que en lo que va de año han aparecido 54 cadáveres de pandilleros con signos de tortura en diferentes puntos de la capital. La mayoría eran jóvenes que a penas llegaban a los veinte años.
“Por cada muchacho que matan hay siete esperando su turno”, puntualiza Emilio Gaubaud, director de APREDE (Asociación para la Prevención del Delito); una organización que trabaja en la reinserción de pandilleros. Para Emilio no cabe duda de la existencia de una limpieza social, “que si bien no viene del Estado éste es cómplice ya que no actúa para detenerla”. Nos recuerda que “estos muchachos nacen crecen y se desarrollan en la violencia” por lo que estos hechos no hacen más que empeorar la situación. Una percepción parecida tiene el Ministro de Gobernación, Carlos Vielman, cuando afirma que “éstos jóvenes han sido víctimas de sus propios hogares antes de ser victimarios”. Coinciden también cuando afirman que se trata de un problema social que se tiene que enfrentar de manera global poniendo especial incidencia en el tema de la educación, la salud y el acceso al trabajo.
Sin embargo, para Emilio la solución pasa por el diálogo. El Ministro opina que esa no es su función, “ellos son delincuentes y a nosotros nos corresponde la persecución”.
Mientras tanto jóvenes, inocentes o no, mueren en las calle a manos de “desconocidos”. Juan de 22 años se retuerce de dolor en el hospital. Hace dos meses recibió tres disparos en un mercado al que fue a comprar zapatos. “Ya tenía un año de haber dejado la pandilla”, dice entre sollozos su madre. “Ahora estaba trabajando de tres de la mañana a tres de la tarde. No podía ni salir de casa porque se lo querían llevar, sólo por sus tatuajes. La última vez tuve que ir a pagar a la policía para que me lo dieran.”
Y es que la reinserción se convierte en una difícil tarea. “Para ellos sigues siendo pandillero toda la vida”, dice Michael un ex pandillero deportado de los EE.UU. La realidad lo demuestra a diario. Poco después de hacer estas declaraciones Mario salió a la tienda de la esquina. A pocos metros de la asociación aparcó un carro blanco del que descendieron dos individuos. Sin mediar palabra sacaron sus pistolas y arrinconaron a Mario contra la pared. Gracias a la rápida intervención de Emilio no se lo llevaron.
“A uno lo llevan por gusto, no hace falta que hagas nada”, afirma un miembro de la Mara 18 (M18). “A la pared y después a la cárcel”. “Los del SIC (Servicio de Investigación Criminal de la PNC) son los que andan matando a la gente” ésta es la frase más repetida por todos los pandilleros consultados.
“Hay una estigmatización de los jóvenes con ciertas características. Ellos son ahora los culpables de todo lo malo que pasa en el país”, señala el representante de ACNUDH.
Sin embargo los auténticos criminales, los que están haciendo trizas el Estado de Derecho campan a sus anchas en flamantes deportivos ataviados con trajes de lujo. Son los grandes narcotraficantes, los mismos que intimidan a jueces, compran a diputados y cenan con famosos.
Hasta un niño de 14 años se da cuenta de lo que ocurre en su país. “Yo le compré la pistola a un policía corrupto”, dice entre risas.
Pues bien, se trate o no de limpieza social el hecho es que en lo que va de año han aparecido 54 cadáveres de pandilleros con signos de tortura en diferentes puntos de la capital. La mayoría eran jóvenes que a penas llegaban a los veinte años.
“Por cada muchacho que matan hay siete esperando su turno”, puntualiza Emilio Gaubaud, director de APREDE (Asociación para la Prevención del Delito); una organización que trabaja en la reinserción de pandilleros. Para Emilio no cabe duda de la existencia de una limpieza social, “que si bien no viene del Estado éste es cómplice ya que no actúa para detenerla”. Nos recuerda que “estos muchachos nacen crecen y se desarrollan en la violencia” por lo que estos hechos no hacen más que empeorar la situación. Una percepción parecida tiene el Ministro de Gobernación, Carlos Vielman, cuando afirma que “éstos jóvenes han sido víctimas de sus propios hogares antes de ser victimarios”. Coinciden también cuando afirman que se trata de un problema social que se tiene que enfrentar de manera global poniendo especial incidencia en el tema de la educación, la salud y el acceso al trabajo.
Sin embargo, para Emilio la solución pasa por el diálogo. El Ministro opina que esa no es su función, “ellos son delincuentes y a nosotros nos corresponde la persecución”.
Mientras tanto jóvenes, inocentes o no, mueren en las calle a manos de “desconocidos”. Juan de 22 años se retuerce de dolor en el hospital. Hace dos meses recibió tres disparos en un mercado al que fue a comprar zapatos. “Ya tenía un año de haber dejado la pandilla”, dice entre sollozos su madre. “Ahora estaba trabajando de tres de la mañana a tres de la tarde. No podía ni salir de casa porque se lo querían llevar, sólo por sus tatuajes. La última vez tuve que ir a pagar a la policía para que me lo dieran.”
Y es que la reinserción se convierte en una difícil tarea. “Para ellos sigues siendo pandillero toda la vida”, dice Michael un ex pandillero deportado de los EE.UU. La realidad lo demuestra a diario. Poco después de hacer estas declaraciones Mario salió a la tienda de la esquina. A pocos metros de la asociación aparcó un carro blanco del que descendieron dos individuos. Sin mediar palabra sacaron sus pistolas y arrinconaron a Mario contra la pared. Gracias a la rápida intervención de Emilio no se lo llevaron.
“A uno lo llevan por gusto, no hace falta que hagas nada”, afirma un miembro de la Mara 18 (M18). “A la pared y después a la cárcel”. “Los del SIC (Servicio de Investigación Criminal de la PNC) son los que andan matando a la gente” ésta es la frase más repetida por todos los pandilleros consultados.
“Hay una estigmatización de los jóvenes con ciertas características. Ellos son ahora los culpables de todo lo malo que pasa en el país”, señala el representante de ACNUDH.
Sin embargo los auténticos criminales, los que están haciendo trizas el Estado de Derecho campan a sus anchas en flamantes deportivos ataviados con trajes de lujo. Son los grandes narcotraficantes, los mismos que intimidan a jueces, compran a diputados y cenan con famosos.
Hasta un niño de 14 años se da cuenta de lo que ocurre en su país. “Yo le compré la pistola a un policía corrupto”, dice entre risas.