Después de la tormenta
LAGO de ATITLÁN.- La mañana luce soleada. El amanecer es el mejor momento para contemplar el Lago de Atitlán en todo su esplendor. Al caer la tarde normalmente se nubla y el viento sopla con más fuerza.
La última época de lluvias acaba de terminar. Este año fue especialmente violenta en la zona. La tormenta a la que llamaron Stan vino a empeorar la situación de la población. Muchos pueblos ribereños se vieron afectados en mayor o menor medida. En Panabaj todos sus habitantes murieron sepultados en su casa mientras dormían. Lo que un día fue un pueblo se vio reducido a un lodazal convertido en cementerio. No se sabe el número exacto de personas que perdieron la vida porque no existía un censo fiable.
En su momento fue portada de todos los periódicos pero, como suele pasar, hoy casi nadie se acuerda de lo ocurrido. Pero las huellas del Stan siguen impresas en la tierra y en el recuerdo de los que sobrevivieron. En las montañas que rodean el lago se aprecian corrimientos de tierra que semejan profundas cicatrices. Lo peor es que todavía mucha gente no tiene un hogar para vivir.
La otra cara de la moneda
San Pedro La Laguna es otro de los pueblos existentes alrededor del lago. Fue una de las poblaciones menos castigadas por la tormenta. Hace años se convirtió en lugar de peregrinaje de hippies que buscaban un lugar con encanto natural donde retirarse. Trotamundos cansados de viajar que deciden fondear una larga temporada.
El sentido gregario del ser humano hizo que poco a poco se fuera creando una comunidad más o menos estable. Algunos montaron sus propios negocios. En su mayoría bares con cierto encanto a la orilla del lago.
Hoy San Pedro es el lugar ideal para “mochileros neohippies”. Una habitación con baño privado cuesta una media de tres euros y una cerveza euro y medio. La habitación te la suele alquilar un lugareño y la cerveza probablemente te la sirvan en inglés.
La última época de lluvias acaba de terminar. Este año fue especialmente violenta en la zona. La tormenta a la que llamaron Stan vino a empeorar la situación de la población. Muchos pueblos ribereños se vieron afectados en mayor o menor medida. En Panabaj todos sus habitantes murieron sepultados en su casa mientras dormían. Lo que un día fue un pueblo se vio reducido a un lodazal convertido en cementerio. No se sabe el número exacto de personas que perdieron la vida porque no existía un censo fiable.
En su momento fue portada de todos los periódicos pero, como suele pasar, hoy casi nadie se acuerda de lo ocurrido. Pero las huellas del Stan siguen impresas en la tierra y en el recuerdo de los que sobrevivieron. En las montañas que rodean el lago se aprecian corrimientos de tierra que semejan profundas cicatrices. Lo peor es que todavía mucha gente no tiene un hogar para vivir.
La otra cara de la moneda
San Pedro La Laguna es otro de los pueblos existentes alrededor del lago. Fue una de las poblaciones menos castigadas por la tormenta. Hace años se convirtió en lugar de peregrinaje de hippies que buscaban un lugar con encanto natural donde retirarse. Trotamundos cansados de viajar que deciden fondear una larga temporada.
El sentido gregario del ser humano hizo que poco a poco se fuera creando una comunidad más o menos estable. Algunos montaron sus propios negocios. En su mayoría bares con cierto encanto a la orilla del lago.
Hoy San Pedro es el lugar ideal para “mochileros neohippies”. Una habitación con baño privado cuesta una media de tres euros y una cerveza euro y medio. La habitación te la suele alquilar un lugareño y la cerveza probablemente te la sirvan en inglés.
<< Home