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Lugar: Guatemala, Guatemala City

Este blog nace de una amistad que se forjó a finales de los noventa en algún antro de Salamanca. Sus autores consideran que el periodismo sigue siendo el oficio más bonito del mundo. Lourenço ha llevado esa máxima desde Asturias hasta Guatemala y Canal la practica desde Madrid. Los dos juntos te ofrecen, querido lector, otra ventana al mundo. Que la disfrutes...

martes, noviembre 29, 2005

Los Olvidados


SAN JOSÉ de COMAPA.- (Foto de William Meoño) San José de Comapa es una pequeña aldea del sureste de Guatemala. Es difícil llegar hasta aquí y es raro el extranjero que visite la aldea. Su población es una de las más pobres del país.

Sus habitantes en su mayoría se dedicaban a trabajar la pita de forma artesanal. Con la fibra de esta planta tejen desde hamacas hasta aparejos para montar a caballo. Hoy quedan muy pocos artesanos por lo arduo del trabajo y los escasos beneficios que obtienen.

Catarino Cortés es uno de los pocos habitantes que mantienen viva esta bella tradición. A sus 65 años lleva más de 50 tejiendo hamacas y redes a base de pita. “Aprendí de mi padre y él de mi abuelo que le enseñó como trabajar la jarcia –así es como llaman a este tipo de artesanía-. Comienzas a trabajar cuando tienes fuerza para raspar la hoja”, nos cuenta este artesano.

Catarino vive en una humilde casa de adobe sin agua corriente ni electricidad. Tres de sus trece hijos viven con él y le ayudan en las tareas diarias. Lo primero es cortar la hoja, rasparla para obtener las fibras y dejarlas secar al sol. Luego, con la ayuda de una rueca manual, se irán haciendo las madejas de pita que se teñirán de vistosos colores –principalmente verde, rosa y morado-.

Una vez que tenemos la materia prima procesada comienza el arte de tejer. Lo que más realizan son hamacas, redes para carga y morrales. Pero también hacen todo tipo de útiles para montar a caballo.

La elaboración de una hamaca conlleva “unos cinco o seis días de trabajo” comenta Domingo, uno de los hijos de Catarino. Domingo Cortés es uno de los pocos jóvenes que sigue trabajando en este oficio. “Ahora la mayoría prefiere ir a trabaja a las fincas de café porque ganan más dinero” afirma con cierta melancolía Felícito Vázquez, otro artesano de San José.

Hace 10 años una plaga atacó las plantas de pita y mermó las plantaciones de la zona. Por ello y por lo trabajoso de obtener esta resistente fibra natural son pocos los artesanos que la utilizan. La mayoría la han sustituido por el nylon. Felícito es uno de ellos. “Ya casi no hay maguey –nombre que recibe la planta de pita-, además raspar las hojas cuesta mucho y yo ya no puedo hacerlo”. De sus 7 hijos ninguno vive en el hogar familiar por lo que sólo cuenta con la ayuda de su mujer Adriana. “Le hecho una mano porque él ya no puede hacerlo sólo. Es mucho trabajo. Además tengo que ocuparme de las tareas domésticas”. Esto implica ir a por agua, recolectar leña, separar y moler el maíz y prepara el fuego.

Los artesanos venden sus productos en un pueblo cercano. Una hamaca tiene un valor de unos 6 euros aproximadamente. Más o menos tejen unas 15 al mes. Lo que supone unos ingresos mensuales de 90 euros. Esto si utilizan el maguey, si no tenemos que descontar lo que cuesta el nylon, aproximadamente un 40%.

Así es la vida en esta pequeña aldea. Sus vecinos se quejan de estar olvidados por los gobernantes. Sólo hay que dar una vuelta por el lugar para comprobarlo. De todas formas y pese a la precariedad en la que viven lo que llama la atención es el carácter afable de la gente. Todo el mundo, desde los niños a los ancianos tienen una sonrisa para regalar al visitante.

Los caminos de barro están llenos de pequeños que juegan y ríen ajenos al difícil futuro que les espera. Las mujeres camina transportando cántaros de agua en sus cabezas. Los ancianos saludan desde las puertas de sus casas.

A la entrada de la aldea un cartel de la embajada española explica un proyecto de cooperación que al parecer se llevó a cabo en el 2003. A parte del cartel no se ven los resultados de esa ayuda por ninguna parte.